La Celestina; variación del trágico acabar

Tras la muerte de Pármeno y Sempronio, y mientras sus amantes, Areúsa y Elicia, traman su venganza contra Calisto y Melibea; Tristán, el criado de Calisto, visita constantemente a su hermana Elicia para consolarla por la muerte de su amante.

Una vez decide Elicia acudir al encuentro de su hermano, Tristán, a casa de Calisto, donde vive Tristán, para confesarle sus intenciones (matar a Calisto) y pedirle consejo, hacerle cómplice. Allí Elicia se encuentra con un viejo amante, Sosia, quien la creía muerta, y al verla resurge el amor de antaño. Elicia le confiesa que ha venido a ver a Tristán, y se aleja sin más explicaciones.

Por fin encuentra a Tristán y le cuenta lo sucedido. Tristán, que ha servido siempre a Calisto, toma a su hermana de loca y la amenaza con enviarla a justicia si se le ocurre hacer algo, así que la hecha de casa de Calisto a patadas tras una fuerte riña.

Sosia, que ha vuelto a enamorarse locamente del único amor de su vida, Elicia, se muere de celos hacia Tristán, pues cree que Elicia y Tristán son amantes, no sabe que en realidad son hermanos. Así que tras un ataque de ira, se dirige a casa de un gran amigo, Centurio, y le encomienda matar a su compañero, Tristán. Centurio acepta el adelanto del pago, habiéndole ocultado que Elicia también le ha encargado lo mismo.

Mientras tanto Calisto y Melibea continuan con su romance, con Tristán como criado y amigo de confianza. Entonces éste decide contarle a Melibea lo que Elicia pretendía hacer. Poco después Tristán muere a manos de Centurio.

Elicia y Sosia se topan en casa de Centurio para pagar lo que queda del trato. Entonces es cuando Sosia se da cuenta de que Tristán era el hermano de Elicia y no el amante, y se reprende por haber sido tan estúpido. Elicia se niega a pagarle a Centurio a sabiendas de que habían sido estafados, por lo que Centurio la mata en un arrebato de ira. Sosia paga su parte y se marcha sin derramar una lágrima por Elicia, lamenta profundamente la muerte de su gran compañero Tristán y promete no volver a caer bajo las redes hipnóticas del amor, que o bien te exaltan de ira o te someten a una profunda depresión.

A todo esto, Areúsa decide ir a matar con sus propias manos a Melibea, presa de la envidia. Le basta con matar a Melibea para que Calisto sufra igual que ella, igual que todos los pobres de ese sucio mundo.
Ahora, sin su amante ni su mejor amiga, sin nada de valor en el mundo, como una kamikaze acecha a su presa desde entre los árboles, preparada para atacar.
Está Melibea consolando a Calisto en un jardín de rosas blancas y amarillas. Calisto llora la muerte de sus tres criados en tan poco tiempo, de Celestina y de Elicia (Melibea no le ha contado ni le contará jamás que Tristán le dijo que Elicia pretendía matarle). Melibea le promete un futuro mejor y le dice que por él es capaz de dejar su casa y a sus incomprensibles padres, que no aceptan su relación, y que se pueden escapar juntos en busca de la felicidad. Calisto la reprende por ser tan fantasiosa y le dice que lo importante ahora mismo es tener un plato de comida caliente en la mesa cada día, cuidar de los suyos e intentar mejorar el mundo; que los amoríos se han acabado, y que si quiere seguir con él tendrá que ser en serio.
En ese momento el padre de Melibea sale al jardín, y ve a su hija con Calisto. Echa a gritos a Calisto y le planta un manotazo a Melibea en la mejilla. Ésta se despide de Calisto gritando que luchará por su amor.

Todo esto lo contempla Areúsa escondida entre los árboles, y se da cuenta de que no viven en un lecho de rosas tampoco ellos. Decide dejarlos vivir y reza para que les vaya bien en la vida, les desea un futuro mejor al suyo.
Vuelve a su casa en una profunda reflexión. Por el camino se encuentra a Calisto, que va también pensando en su situación. En ese momento comienza su amistad.