Linimia

Bienvenidos a mi blog, un espacio donde iré colgando los diversos trabajillos que nos vayan mandando en clase.

¡Espero que os guste!

miércoles, 25 de mayo de 2011

Quevedo; poesía.

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) podría aspirar al primer puesto en la poesía de su siglo y de cualquier época.  Nació en Madrid y su vocación política debió contribuir a formarle una personalidad compleja y de contrastes. En su poesía se reflejan las tendencias más espirituales frente a los sentimientos más bajos y groseros. Los chistes aparecen junto a las actitudes más serias y la filosofía moral junto a la chabacanería más ingeniosa. 
 
Una de las grandes dificultades para estudiar su poesía deriva de que, generalmente, ésta circuló en copias manuscritas -como la contenida en el llamado Cancionero antequerano o en el Cancionero de 1628- a lo largo de su vida. Quevedo sólo pudo leer impresas 17 composiciones suyas en la famosa antología Flores de poetas ilustres de Pedro de Espinosa (1605), u obrillas sueltas publicadas en diversos romanceros.

Escribió una lírica de una profundidad inusual en cualquier época de la literatura española. Se ignoramos hasta qué punto sus editores  intervinieron en la corrección de sus obras, sus editores modernos no descartan la posibilidad de que aparezcan nuevos poemas o de que se modifiquen las atribuciones que actualmente se mantienen.

La primera colección de poesías importante de Quevedo se escribió en 1613, como consecuencia de una profunda crisis espiritual. Se trata del Heráclito cristiano, que su autor revisó como Lágrimas de un penitente. No se publicó hasta la edición impresa de 1670, veinticinco años después de morir Quevedo. De entre sus poemas más destacados, elegiríamos el soneto "Miré los muros de la Patria mía", corregido en la edición póstuma de sus obras.

   En 1635 publica Epicteto y Phocilides. Solamente se considera original una de las poesías que aparecen en esta obra, pero es significativa de cómo se rastrean poemas sueltos en diferentes libros de nuestro autor. 

La muerte sorprendió a Quevedo cuando se hallaba trabajando en la edición de sus poesías. Su amigo Josef Antonio González de Salas dice haber respetado la ordenación de nuestro poeta, cuando publica en Madrid, en 1648, El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas.
Estas nueve Musas pretendían reflejar una clasificación temática de su obra poética en nueve apartados. La primera Musa, Clío, recogía poemas en alabanza de personajes ilustres pasados o presentes.La segunda,Polimnia , poemas morales. Melpómene, tercera Musa,se dedica a lapoesía fúnebre: exequias o inscripciones de personajes célebres. La cuarta musa, Erato se dedicada a la poesía amorosa. Las Musas quinta y sexta -Terpsícore y Talía- se dedican a poemas satíricos y burlescos, bailes y bromas. Aquí concluye El Parnaso español

El sobrino del autor publicó, en 1670, en Madrid, Las tres Musas últimas castellanas. Segunda cumbre del Parnaso español (Euterpe, séptima Musa, prolonga el ciclo de poesías amorosas; la octava Musa, Calíope, encabeza letrillas satíricas y silvas morales; Urania, novena Musa, se dedica a poesía religiosa, cerrando este volumen).

Qevedo vs. Góngora

Góngora desarrolló el culto clasicista de línea “garcilasiana” llevándolo hacia tal extremo que las sutilezas latinistas tan apreciadas de Garcilaso y Fray Luis de León llegan a convertirse en latinajos de difícil lectura. Llevaron a una poesía excesivamente enrevesada para un público elitista.
Y sin embargo, esta poesía pronto será aplaudida por este sector de la intelectualidad que ve en Góngora el artificio clásico iniciado por Garcilaso llevado a extremos que buscan el desafío cultista.

Quevedo se opone violentamente a esta nueva forma de entender la poesía “clásica” de Garcilaso. Quevedo llega a alabar la poesía clásica cultista de Garcilaso y Fray Luis de León, y sin embargo nada hay más opuesto que la obra de Quevedo y la poesía renacentista.

Sin embargo, bien mirado, la poesía de Góngora bebe del conceptismo al igual que Quevedo se siente influido por el cultismo gongorino:
-          Quevedo da muestras de un latinismo erudito en muchos de sus versos, no sólo en el léxico, la sintaxis de los versos. También en la temática mitológica, en metáforas y sobreentendidos... al lado de un léxico deliberadamente vulgar.
-          Góngora es tan conceptista, ingenioso y agudo como Quevedo (-Ande yo caliente, ríase la gente...) empleando metáforas violentas e irónicas de influencia más barroca que quevedesca.
  
El enfrentamiento entre Quevedo y Góngora se muestra en realidad más personal que literario: Góngora es más laico, materialista y liberal en sus “usos y costumbres”, se deja llevar por la artificiosidad de los amores mitológicos de corte clásico, el gusto por el goce físico, la exageración de una descripción...

Quevedo nos encontramos con la crisis existencialista puramente barroca, la pasión cristiana,  el terror a la muerte, a la justicia divina, la angustia por el paso del tiempo, la ira por el desamor...

La enemistad de los dos poetas llevo a situaciones como la de un Quevedo que compra la casa, en el Madrid de la época, donde vivía un arruinado Góngora.

Primer asalto. Ataca Quevedo.

Contra Don Luís de Góngora y su poesía

Este cíclope, no siciliano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;

este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;

el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;

éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
  
Segundo asalto. Ataca Góngora.

Anacreonte español, no hay quien os tope.
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope

¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día.
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregüesco luego

Tercer asalto. Ataca Quevedo.

Yo te untaré mis obras con tocino
Porque no me las muerdas, Gongorilla,
Perro de los ingenios de Castilla,
Docto en pullas, cual mozo de camino.

Apenas hombre, sacerdote indino,
Que aprendiste sin christus la cartilla;
Chocarrero de Córdoba y Sevilla,
Y en la Corte, bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
Aunque aquesto de escribas se te pega,
Por tener de sayón la rebeldía.

Cuarto asalto. Ataca Góngora.

A don Francisco de Quevedo

Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.

Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina

a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,

que en oro engasta, santa insignia, aloque,
a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano. 

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